David Pavón-Cuéllar (México) “Represión del psicoanálisis en América Latina: psicologización, elitización, mercantilización profesional, subordinación colonial y normalización heteropatriarcal.”

Comentaristas:
Mariano Ruperthuz (Santiago)
Jairo Gallo (Bogotá).
Equipo de autogestión (Bucaramanga):
Fredy Caicedo
William Focazzio
Frank Rico


“Sabemos que el reciente golpe en Bolivia, con sus obscenos ingredientes clasistas y racistas, fue respaldado por algunos psicoanalistas de aquel país. Este respaldo no debería sorprendernos. El freudismo de quienes apoyaron el golpe es el mismo en el que se naturalizan, justifican y sancionan teóricamente el clasismo y el racismo, así como las desigualdades abismales de las sociedades latinoamericanas, a través de una concepción del ser humano como un animal de horda regido por la verticalidad. Es el mismo freudismo con el que se reproduce la horda en las escuelas y asociaciones psicoanalíticas, entre ellas la Mundial de Psicoanálisis a la que pertenecen los psicoanalistas bolivianos, que es un ente asociativo totalmente organizado en torno al fabuloso Jacques-Alain Miller, yerno e hijo adoptivo del padre Jacques Lacan, así como sucesor suyo, padre y patriarca.

La figura paterna y patriarcal es también una figura colonial que reina sobre sus obedientes súbditos latinoamericanos. La colonialidad característica del ente asociativo de los psicoanalistas bolivianos, con su mal disimulada subordinación colonial a la metrópoli francesa, es la misma que se desplegó de manera violenta y obscena en el golpe en Bolivia, totalmente subordinado a los designios de las élites blanqueadas apoyadas por empresarios y políticos de Europa y Estados Unidos. En Bolivia, como por casualidad, coincidieron los deseos de las élites con los deseos de los freudianos elitizados.
Los psicoanalistas bolivianos empuñaron sus consignas freudianas y lacanianas mientras que sus aliados golpistas blandían la Biblia contra la wiphala y el crucifijo contra la Pachamama. Entiéndase bien: la figura patriarcal y europea de Cristo, de Freud y de Lacan, contra la figura materna e indígena de la Pachamama. Contra la madre, el padre. Contra lo indígena, lo europeo.

Da igual defender la colonialidad y el patriarcado en el nombre de Freud que hacerlo en el nombre de Dios. Lo importante aquí es hablar en el nombre del Padre. Ya conocemos bien esa palabra. Se la hemos escuchado a conquistadores, colonizadores, evangelizadores, dictadores, torturadores, profesores y autores con todo el prestigio de su autoridad. Ya sabemos todo lo que tienen que decirnos. Lo que nos dicen es lo que ya vemos, lo que nos rodea por todos lados, lo que no vale ya la pena escuchar.

Lo que sí convendría escuchar es lo invisible que el psicoanálisis nos ha enseñado a escuchar, que es algo imprevisto, algo inimaginable, algo radicalmente otro. Es lo acallado, lo reprimido, lo que las histéricas le descubrieron a Freud, lo que los indígenas intentan revelarnos mientras leemos a Lacan, lo que el sujeto sólo puede confesarse al soñar, al enfermarse o al tropezar en sus lapsus y actos fallidos. Eso, eso radicalmente otro, es lo que debería estar siendo escuchado ahora mismo por el psicoanálisis latinoamericano.”

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